Opinión
Saldando deudas: coronavirus, salud pública y peronismo
Nota de opinión por Lic. Alejandro Goya Villagrán y Lic. Federico Vasches, integrantes del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Estamos promediando el periodo de aislamiento preventivo y obligatorio determinado por el Gobierno Nacional frente a la pandemia del Covid19 y, en clave de historia reciente y de conocimientos aplicados a lo público, es inevitable comenzar a notar que, paradójicamente, “pasaron cosas”.
Cuatro años de una gestión de gobierno (2015 y 2019) que promovió un embate a la concentración y la desigualdad del capitalismo neoliberal, no impidió que esta última propuesta política alcanzara el poder nuevamente en diciembre de 2015. El fracaso neoliberal intentó disimularse bajo un intenso bombardeo ideológico de apelación emocional, legitimarse bajo el paraguas de la meritocracia y el sacrificio individual y disfrazarse de la propuesta “nos parecemos al mundo”. Su objetivo era consolidar una sociedad que mirara su propio ombligo, que buscara una salvación auto-referencial, que profundizara la fragmentación social y que despolitizara las crisis, ignorando los intereses de los sempiternos ganadores argentinos: los agroexportadores, el capital financiero y los sectores de servicios ligados a ellos.
Hay quienes sostienen que las grandes medidas de gobiernos (esas que marcan la impronta, la diferencia con otras gestiones) deben ser tomadas dentro de los primeros 100 días de asumida la gestión. Nos encontramos en ese periodo, atravesando una situación compleja que obstaculizó la continuidad de las medidas políticas anunciadas y que, por otro lado, obligó a la implementación de otras, en un marco de vértigo y urgencia.
No había margen para las dudas y, lejos de limitar las decisiones en función del frío logaritmo del ajuste, se pensó en función de anticipar daños y prevenir adversidades (si con esa simpleza pudiéramos considerar a la catastrófica situación de colapso del sistema de salud que padece el norte del mundo). Nada tiene que ver con el dinero que hubiera sino con la decisión política de hacer, de estar siempre preparados para las contingencias, para el cuidado de la nación.
El pensamiento estratégico, que promueve, anticipa y previene, que sostiene un horizonte de igualdad y de desarrollo con bienestar, debería ser propio de todo estadista. Hay quienes llaman a este tipo de cuadros políticos, estadistas, pero lo cierto es que este gobierno nacional (y los otros de corte nacional y popular que lo antecedieron), fueron preparando el andamiaje para llegar a poder tomar decisiones como ésta. Recordar políticas como la entrega de netbooks en el sistema educativo para hoy poder utilizarlas y continuar con los estudios remotos y la antena de Televisión Digital Abierta (TDA), para aprovechar el dispositivo y transmitir programación educativa para niñes de diferentes edades.
Este presidente en particular, continúo la mencionada línea de trabajo y profundizó, con una velocidad asombrosa, las acciones necesarias, para aminorar el impacto de la pandemia y garantizar un nivel de calidad de vida a los habitantes del suelo argentino.
Para asombro de muches y alegría de otres se descubrió (casi mágicamente) que el Estado existe y actúa y que, aunque con el neoliberalismo pueda tomar distancia de su pueblo (descampándolo) y dar preponderancia al mercado (concentrándolo), la memoria histórica de nuestras sociedades convoca a la reparación y descubre, oscilantemente, que el Estado está.
Los que nos dedicamos constantemente a realizar aportes para el mejoramiento de la administración pública y la política, comenzamos a avizorar algunos puntos altos que merecen un particular detalle:
- Así como la naturaleza recobra, en muchos lugares del planeta, las relaciones complejas y estables entre sus elementos que la caracterizaron hasta la intrusión masiva del desarrollo científico y técnico de los últimos dos siglos y que, actualmente, con la parálisis de los sistemas productivos a la que nos empuja la pandemia, hay quienes dicen que el planeta comenzará a recuperarse; no obstante esto, sería interesante observar con más reparo nuestros hábitos en relación con el ambiente y repensarnos como consumidores, muchas veces demasiado voraces y poco cuidadosos de los recursos finitos del entorno.
- Estamos presenciando cierta reacción de la sociedad, ya que estamos (como pocas veces o como nunca), priorizando a les niñes y les Personas Mayores. Medidas tajantes de restricción por parte de las fuerzas de seguridad de ingreso a los comercios de los niños, y la posibilidad de circular (con permiso especial y declaración jurada) para quienes cuidan, a las personas mayores y la medida de repatriar únicamente a éstos últimos al país mediante la aerolínea de bandera, dan ejemplo de ello.
Para los amantes, apasionados de las políticas públicas y de la administración pública (más allá de la cuestión de fondo de salud pública), es una suerte de primavera donde converge teoría y acción, academia y praxis, técnicos y políticos al servicio de las personas, de quien más lo necesita.
Ante toda acción cabe esperar una reacción y, en algunos casos, externalidades negativas y también positivas, ahora descubrimos que las acciones para otros (preventivas en esta época), generan repercusiones positivas. Hijos, nietos, sobrinos, o ahijados en la calle, haciendo cola en un comercio, para resguardar a sus hijos y cuidar a sus mayores; un poco por población de riesgo un poco por mimo / conciencia de su importancia.
Dicen que los intelectuales nos debemos a nuestro tiempo, no sólo por la propuesta ideológica de la intelectualidad dominante, sino por ser observadores reflexivos y propositivos de lo cotidiano. Por ello nos vemos en la obligación moral e ideológica de reconocer en este gobierno, en este norte político que contiene y pretende llegar a los lugares más alejados de una sociedad (sociedad que empieza a despertar y a mostrarse empática) una apuesta que no se agota en las crisis (neoliberal, epidemiológica) sino que trasciende a una empatía aún mayor, a la comprensión de la integralidad de una sociedad, a una pregunta fundamental por la justicia como categoría central de lo humano, que organiza una experiencia sin exclusiones históricas, fundamentadas en una concepción casi inexorable del conflicto.
Es el momento de las políticas públicas, de esas acciones deliberadas de un gobierno de corte nacional y popular que alcanza visualización en el actual escenario sociopolítico.
Los hallazgos son sorprendentes, algunos sectores de la ciudadanía hasta hace un tiempo denostaban y menospreciaban los logros del “populismo”, reinstituir la cartera sanitaria con rango ministerial, la estatización de nuestra línea de bandera. Hoy gracias a esta medida, miles de argentinos pudieron regresar a su país. Estas acciones, de orden general, superaron la estigmatización a sectores que percibían ciertos ingresos económicos por su situación social.
A nivel global y latinoamericano, el escenario presenta grandes distinciones, mientras que países como Brasil y E.E.U.U ponderan la economía por sobre la salud de sus poblaciones, Argentina ha hecho una lectura de los efectos del virus a mediano y largo plazo. Esta lectura incluyó los recursos del sistema de salud, su posibilidad de responder a una demanda masiva, de dar tiempo para encontrar salida a una situación nueva. Estas medidas resguardan, con especial énfasis, a las personas mayores. Hoy, en países europeos, las PM están siendo afectadas con síntomas más graves que el resto de la población, necesitan de cuidados intensivos que se encuentran saturados y, cuando no pueden acceder a ellos, tienen riesgos exponenciales de encontrar la muerte. En algunos casos de colapso de los recursos en salud, se les niega por su avanzada edad la aplicación de terapias de cuidados intensivos, ejerciendo la discriminación por edad, conducta violatoria de nuestra Convención Interamericana de Derechos Humanos de Personas Mayores (OEA,2015).
Se dan algunos quiebres por más interesantes, esos que ponen en jaque a la manera de acumular, pero sobre todo a la necesidad (casi absurda) de acumulación de dinero y lo inservible de esto frente a una emergencia sanitaria. Y, por otro lado, comenzamos a advertir que nadie, más allá de su latitud, creencia, etnia o género, se salva solo, sino que por estar todos conectados y ser seres sociales (como decía Aristóteles: “los bienes sociales se construyen entre todos) dependemos y nos debemos a los demás.
Algo de esa frase tan mencionada (y bastardeada por algunos), hace unos años: “La Patria es el Otro”, nos ronda constantemente.
En este tiempo de decisiones fuertes y compromisos concretos, en estos momentos que nos requieren como corresponsables de un movimiento peronista que está desplegando sus banderas, debemos saldar deudas (por más que sean ajenas) con aquellos que han quedado fuera del sistema y que más nos necesitan.
Lic. Alejandro Goya Villagrán y Lic. Federico Vasches.
Integrantes del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Opinión
Las Universidades, para qué?
Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
En estos días es habitual oír los problemas que enfrenta el sistema educativo, por el desfinanciamiento que está sufriendo.
Y rápidamente podemos preguntarnos cuál sería el problema y por extensión, por el rol clave que deberían cumplir, en especial las universidades.
En primera medida servir de espacio de contención socio cultural para quienes pretendan formarse y contar con nuevas herramientas para avanzar en la vida, y segunda y quizá tenida menos en cuenta, generar conocimientos valiosos para la comunidad en su conjunto.
Si hay algo que uno espera de la educación superior, (de las universidades) ese lugar donde se produce el conocimiento, es que corran los límites, que vayan más allá, que incomoden todo aquello que sea necesario para poder avanzar.
En este sentido, las ciencias sociales, esas con las que convivimos, ya que nos revisan en eso que nos define como sociedad, como individuos y como humanos, tendrán mucho para aportar.
Claramente el estado, pero no únicamente el nacional, decide qué financiar y por ende qué no. Pensemos por un momento un gobierno provincial e inclusive algunos gobiernos locales (municipio y comunas), financiando proyectos de investigación en la creencia y seguridad de que eso que se investigue, aportará nuevas ideas, conocimientos y herramientas para su gestión.
Pero claro, hoy pareciera que las cosas son distintas. Quienes ocupan cargos de gestión, con su trabajo cotidiano nos responden a la preguntá ¿qué se hace?, ya que es su cotidiano. Mientras que quienes investigan en políticas públicas, ciencias de la administración y todo lo referido a la administración pública, nos responderían a ¿qué se podría hacer?
Hay algo hasta increíble en la separación que tiene hoy la academia con la gestión gubernamental, los investigadores en lo estatal por un lado y los cargos electivos y funcionarios por otros. Si bien son dos conocimientos diferentes, el que se consigue estudiando y el que se consigue haciendo, en algún momento deberían encontrarse.
Pero claro, quién financiaría aquello que lo incomode, que lo exhiba, que revele sus falencias, inclusive aparece cierta complicidad por parte del sistema ya que esos avances pueden a las claras incomodar la capacidad de gestión de quienes ocupan cargos en las propias instituciones educativas.
Complicidad de dos lados, dos caras de una moneda que lógicamente no se encuentra, más que en un borde que investiga y aporta sobre cosas cómodas, relatos de una historia sabida y que recopila los datos ya conocidos.
En esa misma rueda, los trabajadores de la investigación atrapados, ya que se les reconoce y se los obliga a investigar y se les financia aquellas cosas que no molesten.
Existen problemas de financiamiento, claro, pero ojo no son los únicos.
Si queremos salir de los problemas que presenta el sistema, sin salir del sistema, deberemos cambiar lo que se deba, corregir lo que se necesite y abrir las administraciones.
Conseguir que política y conocimiento se amiguen, caso contrario el pozo será cada vez más hondo y la falta de dinero, pasará a ser, el menor de los problemas.
Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Opinión
Del otro lado, nosotros
Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
En estos tiempos tan veloces de vivir, son pocos los momentos en que nos detenemos a tratar de comprender qué nos pasa, más allá del bolsillo.
Ahora es fácil confundir el síntoma con la causa, la consecuencia con la fuente del problema. Seguir discutiendo en circularidad de lo obvio: el dinero no alcanza. Cuando, en realidad no somos capaces de repensar qué es lo que genera la situación.
Entonces traigo tres dicotomías tan vigentes y actuales (y pasadas, si lo son), como necesarias para incorporar, quizá mate mediante en un momento de reflexión:
La primera responde a la pregunta, ¿dónde estamos?
Rápidamente comprender que estamos inmersos en un sistema democrático, que es abonado por todas y todos, ejercido por las instituciones del estado, pero que muchas veces quien gobierna, impone, crea y establece las condiciones de gobernabilidad, traza las políticas e inclusive el plan de gobierno, es el poder económico privado. Nacional e internacional.
Lo que quiero aportar aquí es esta dicotomía de los “jugadores” de adentro y de afuera del sistema. Vecinas y vecinos serán de afuera, pudiendo aportar con sus participaciones a quienes sí están adentro, la clase dirigencial, políticos y funcionarios públicos. Pero ojo, no seamos tampoco ingenuos, porque quizá hasta ellos mismos, están afuera del sistema de decisión, del poder real. Su único diferencial es conocer el sistema, ser conscientes de su lugar y cumplir con su papel, hacer como que deciden, emular que pueden, abonar alguno de los dos lados de una grieta que no existe como tal.
Para la segunda pregunta, debemos pensar, ¿qué nos ofrecen?
Es que claro, si ellos que son quienes ocupan los cargos públicos, que los elegimos para que gobiernen, no pueden hacerlo porque a su vez son condicionados por los poderes económicos concentrados nacionales, qué nos queda esperar a los demás?
Por lo pronto comenzar a comprender esta segunda dicotomía en la que usualmente nos empantanamos al momento de relacionarnos con ellas/os, y que comprenderla nos dará la libertad de saber qué se nos dice. Esta dicotomía es doble, ya que confundimos los productos del accionar del estado con resultados de la política pública desarrollada y a la vez, el diagnóstico de la situación, con la posibilidad real de avanzar y construir propuestas.
Daré un breve ejemplo: una campaña de vacunación que alcance las 50 personas diarias evidentemente da cuentas de un trabajo (producto – personas vacunadas), pero no de un resultado ya que desconocemos el punto de partida, la situación problemática que se pretendía abordar y acaso el nivel de esfuerzo institucional comprometido y previsto (¿qué tasa pretendíamos mejorar con la vacunación? ¿Queríamos vacunar 50 o quizá el doble y no pudimos?). En este mismo sentido el diagnostico es necesario para saber dónde estamos, qué nos falta, cuál podría ser un punto de partida. Pero solo es eso, un estado de situación. Se requiere entonces avanzar, trascender, comprender que eso es la base a considerar para planificar propuestas que mejoren ese punto de partida. El diagnóstico lo podemos compartir casi todos, pero el plan de acción seguramente tenga lógicas y necesarias resistencias.
Para la tercera pregunta y la más complicada, debemos enfrentar un, ¿qué necesitamos?
Claramente es mi opinión, y parte de considerar que la mejor manera de cambiar las cosas, es participando activamente, conociendo las reglas y teniendo las herramientas y recursos contextuales para ser parte de una construcción que permita dar discusiones, debates e incidir en el diseño y ejecución de lo público.
Por ello, la tercera dicotomía propone que no necesitamos mártires, sino líderes. Esa idea remanente de los héroes en la historia que lo han dado todo por la liberación de los pueblos, de alguna manera invita a pensar en luchas colosales y sobresalientes de pocas/os iluminados y claramente la historia argentina de los últimos 200 años da cuenta que, si a esos proyectos no se los nutre de ideología de compromiso, se los oxigena con carne y participación, mueren antes de iniciar, o se extinguen con su fundador.
Aquí aportar otra dicotomía que se desprende del sistema y es actual en términos de no aportar más que nombres sin proyecto, y es que, no es lo mismo ganar una elección que gobernar. Esas alianzas que dicen lo que se quiere escuchar, o que apelan a lo que el otro ha hecho mal, por sobre proponer hacia dónde, ganan es cierto, pero rápidamente quedan expuestas al momento de tener que avanzar y resolver cómo y qué hacer dentro y desde el estado. Discursos biensonantes sobran, quizá lo que falta es conocimiento sobre el funcionamiento de la cosa pública, para tratar de comprender si eso que han planteado, es posible, probable, realismo mágico o acaso legal.
Poco tiene que ver la legitimidad que otorga un cargo ganado con la capacidad de gestionar programas y proyectos, todas/os votamos a un par que quizá nos cae bien, pero el haber sido votado no garantiza ni eleva a nadie por sobre la masa. Ese será el rol y desafío que el líder deba emprender en una comunidad politizada, conocedora y sobre todo con la claridad para defender lo propio.
Al final y del otro lado, nosotros tratando de comprender para dónde va la cosa, quizá no sea mucho, pero espero que alguna de estas ideas, de estos conceptos, de estos interrogantes queden resonando y permitan idolatrar un poco menos y comprometerse a debatir un poco más.
Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Opinión
¿Por qué marchamos?
Nota de opinión por Nicolás Rochas, apoderado Frente Renovador Distrito Río Negro.
Nunca nadie que haya llegado al cargo de Presidente había confesado abiertamente, que a su entender, el Estado Nación es «el problema». Porque destruir el Estado no nos hará libres, simplemente nos expondrá ante el mundo casi como bienes fungibles, una nueva especie de res nullius en un planeta organizado en torno a países soberanos.
Marchamos porque no se trata de estar «en contra», sino de advertir las consecuencias de decisiones nefastas y evitar pérdidas que serán irreparables.
Porque gobernar es asignar prioridades y no puede estar antes la ganancia de un banquero que la comida de la gente.
Porque la inflación no puede detenerse a fuerza de pulverizar el salario.
Porque la Cultura, la Ciencia, el Deporte o el Arte, nunca (jamás) son un gasto, sino la inversión a través de la que un pueblo se expresa, se identifica, se distingue y crece.
En poco más de un mes, el gobierno de Javier Milei devaluó en más del 100% la moneda, quitó subsidios, subió tarifas, frenó la obra pública, desfinanció al Estado (tanto Nacional como a las provincias) y desprotegió a todo inquilino, consumidor o usuario. El precio de los alimentos se dispara día a día, pero aún más se le adelantan los medicamentos. Hay una confesa pretensión de asignarle a la recesión la estrategia para frenar los precios (macabra convicción, la de pensar que «no hay inflación en los cementerios»).
En nuestra historia democrática jamás tuvimos un gobierno tan disociado de la realidad, tan ajeno al padecimiento, tan insensible y brutal.
Ganar el balotaje le otorgó la legitimidad para el ejercicio del Poder Ejecutivo, no la adquisición llave en mano de un país (que le avisamos: no está en venta). Ser el Presidente le da facultades para administrar los recursos del Estado, no la Suma del Poder Público, ni el cúmulo de facultades con que los constituyentes contaron en la conformación de la república. También por esto marchamos, para recordarle conceptos tan básicos que parecen habérsele olvidado; premisas tan antiguas como sus recetas económicas del siglo XIX.
Buena parte de la sociedad argentina lo votó en la esperanza de un cambio. Pero ese cambio debe serlo en la mejora del conjunto, no en la aniquilación de todo lo que a su criterio configura “un gasto”. Cuando hablamos de Patria, País o Estado, no nos referimos a cifras, variables o estadística, sino a personas, individuos, ciudadanos. Existencias reales que comen, sufren y sienten; no son likes, ni visualizaciones; son angustias de padres, pies descalzos y pancitas que chiflan si no hay pan sobre la mesa.
Marchamos por la responsabilidad histórica que importa proteger la soberanía y por la sensibilidad social de cuidar a los que menos tienen. Marchamos para advertir sobre las consecuencias que pueden ser aún más gravosas y para intentar corregir desequilibrios que se profundizarán de seguir el curso de las cosas. Marchamos porque es nuestro país el que están rifando, en un experimento en el que (como diría Serrat) «juegan con cosas que no tienen repuesto”. Por todo esto, y tantas otras cosas, el 24 de enero marchamos!
Nicolás Rochas
Apoderado Frente Renovador – Distrito Río Negro.