Opinión
Estado de sitio: una ficción premonitoria de la actual crisis latinoamericana
Nota de opinión por Pablo Gustavo Díaz, consultor en marketing político.

The Siege (Estado de sitio o Contra el enemigo) es una gran película del año 1998 protagonizada por Denzel Washington (como el agente del FBI Anthony Hubbard) y Bruce Willis (como el General William Devereaux, del ejército de los Estados Unidos). Su trama trata sobre la declaración presidencial del estado de sitio y la autorización a la acción represiva del ejército contra la ciudadanía neoyorquina, ante una serie de atentados terroristas que estaba sufriendo ese país.
Los recientes sucesos acontecidos en Chile, Bolivia y Ecuador me llevaron inmediatamente a recordarla trayéndome a la memoria innumerables escenas de la misma, como la brutalidad de los soldados para detener a los sospechosos y la cacería de brujas a la que se somete a centenares de ciudadanos inocentes simplemente por su apariencia física. Pero es especialmente la escena que podemos ver en este corte, la que recordé mas fuertemente por el dialogo directo mantenido entre el General y los políticos asesores del presidente, especialmente el senador.
- Secretario del presidente: «El avión del presidente aterrizará dentro de dos horas y debemos ofrecerle un consenso».
- Senador: «No se detiene a un perro rabioso con las normas de la protectora de animales. Lo que haces es soltar a tu perro que es más grande y más rabioso».
- General Devereaux: «El ejército es un sable no un escalpelo. Créame senador, no querría tener al ejército en una ciudad americana».
¿Contundente no? El ejército es un sable no un escalpelo. El consejo del General a los políticos era que la situación tal vez ameritaba la exactitud quirúrgica de un bisturí para extirpar el tumor y no el espadazo del soldado para rebanar la cabeza de los que encuentre a su marcha. Pero ese consejo no fue oído y le dieron la orden de actuar. Y cuando al ejército se le dice que actué, pues actúa.
En el tiempo en que Chile declaró su “estado de excepción y toque de queda” el ejército y carabineros chilenos causaron 20 muertos y más de 2.000 heridos. En Ecuador, la orden de Lenin Moreno al ejército para reprimir las protestas callejeras causaron 10 muertos y más de 1.300 heridos. Y en Bolivia, tras el golpe de estado a Evo Morales, las fuerzas armadas ya contabiliza más de 30 muertos en su haber y más de 500 heridos.
En los tres países, además, los poderes del estado invistieron a los militares del privilegio de actuar sin culpas. En Chile el presidente Piñera envió al congreso un proyecto de ley para permitirle a las fuerzas armadas actuar en la protección de infraestructura crítica de ese país, sin necesidad de establecer el Estado de excepción. Se prevé además modificar el Artículo 208 del Código de Justicia Militar para “eximir las responsabilidades penales y criminales” de los soldados en su actuación represiva. En Bolivia el régimen de Jeannine Añez emitió el decreto 4078 que también exime de responsabilidad penal a los militares responsables de los crímenes cometidos durante las protestas y en el que además autoriza a los militares a usar “todos sus medios disponibles” para controlar las manifestaciones. En Brasil el presidente Jair Bolsonaro acaba de enviar el congreso un proyecto de ley calcado del decreto supremo boliviano de Jeannine Añez, que amplía la denominada «exclusión de ilegalidad», es decir las causales por las cuales los militares pueden usar armas de fuego contra la ciudadanía y quedar eximidos de responsabilidades penales.
En Uruguay, el presidente del Centro Militar, coronel Carlos Silva Valiente, recientemente sorprendió a la prensa con las declaraciones públicas solicitando “carta blanca” para los militares que son llamados a combatir contra la sociedad en Latinoamérica. Exponiendo además su diagnóstico de que los hechos que se viven en Chile, Ecuador y Colombia, también se pueden vivir en Uruguay y Argentina.
Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia, Brasil, Uruguay son países gobernados hoy por la derecha conservadora, pero este momento fascistoide que estamos viviendo hoy en Latinoamérica no es exclusivo de la derecha. También la izquierda hace lo propio en Venezuela, donde el régimen de Nicolás Maduro, sustentado por las fuerzas armadas envió a sus soldados a reprimir al pueblo venezolano toda vez que éste marchó para protestar, produciendo incluso la muerte de muchísimos estudiantes desarmados. Y en México, país gobernado hoy por el izquierdista partido Morena de Andrés Manuel López Obrador, dio continuidad a la intervención de las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico iniciada en los 2000 por el derechista PRI y continuada por el ultraliberal PAN.
Este auge del militarismo que estamos presenciando en nuestro continente no reconoce padre ideológico, pero si a su madre en la pérdida de representación de la democracia tras el fracaso del capitalismo liberal post noventas que, tras la caída del muro de Berlín, nos prometía un futuro promisorio que nunca llegó.
“Hoy el 83% de los ciudadanos de América Latina no creen en ningún partido político”, afirmó recientemente el prestigioso sociólogo y economista español Manuel Castells en nota al diario La Nación en Argentina. Y ese dato corrobora otro que recibí de mi profesor Carlos Fara en el cursado de mi diplomatura en marketing político, que en el módulo del electorado latinoamericano y los estudios de opinión pública, nos mostraba que casi 1/3 de la población del subcontinente apoyaría que los militares se hagan cargo de los gobiernos.
Una encuesta reciente de la consultora TresPuntoZero de la colega ShilaVilker muestra que el 53,8% de la sociedad argentina no tiene ninguna confianza en los actuales poderes del estado.
Y otra encuesta de la consultora Proyección, muestra que el 75% de los votantes de Juntos por el Cambio y el 10% de los votantes del Frente de Todos, estarían dispuestos a aceptar “intervenciones militares” en nuestro país, si ellas consideraran que las instituciones democráticas estuvieran fallando a sus fines, como por ejemplo en el mal manejo de la economía o con actos de corrupción.
Frases como “esto con los militares no pasaba”, “tendrían que volver los militares”, “con los militares se termina la joda” se escuchan cada vez más en las reuniones sociales. Y de alguna manera generan actitudes repudiables como las vividas en el CPEM 64 de Neuquén, donde personas anónimas colgaron una foto del dictador Jorge Rafael Videla tapando el pañuelo blanco que simboliza la lucha de las Madres de Plaza de Mayo.
Vivimos momentos confusos en nuestro país y continente. Momentos de fuerte incertidumbre económica y crisis política. Momentos en que nuestra clase dirigencial debería hacer el esfuerzo supremo de unirse para recuperar la confianza y defender el valor de la Democracia consensuando los presupuestos mínimos posibles que palien el malestar de la gente y les devuelva la certidumbre en el futuro.
El ejemplo debe venir de ellos. De arriba.
Y como empecé esta nota con una cita cinéfila, ejemplificaré esta conducta que necesitamos de nuestra dirigencia política en otra, el episodio 5to de la 3ra temporada de la serie de Netflix “The Crown”, justamente llamado “Golpe de Estado”, donde la reina Isabel II aborta de cuajo un alzamiento militar que estaba a punto de protagonizar el tío de su marido y almirante de la marina real, Lord Louis Mountbatten, contra el gobierno del laborista Harold Wilson. En un exquisito diálogo, la reina Isabel le deja en claro a su pariente militar que ella no convalidará tal golpe porque su función como jefa de estado es proteger la democracia inglesa.
Ojalá todos nuestros gobernantes latinoamericanos entiendan también la defensa de la Democracia es su primera responsabilidad.
Pablo Gustavo Díaz.
Consultor en marketing político.
Opinión
El problema de la Argentina, es político
Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.

Me pregunté bastante estos últimos días de qué manera podría colaborar, no tanto en un caso puntual como el de una colecta de insumos necesarios para atender un incendio en la zona del el Bolsón, sino en general, para llevar un poco de luz al momento que estamos atravesando.
Básicamente, me pregunté ¿qué se puede aportar en tiempos de desregulación, inclusive del sentido?
Si acordamos que el año pasado (2024) fue el de buscar culpables institucionales o sociales y por ende emprender batallas generales, este todavía no queda claro por donde podría transcurrir.
No nos olvidemos de las masivas marchas por el financiamiento universitario, los gobernadores dando aviso de diferencias, diputados y senadores haciendo lo suyo por el quorum, reclamos multitudinarios en las calles, privatizaciones, cierres de empresas y reparticiones, despidos masivos, sindicatos en alza e inclusive la CGT que se rompió.
Ha pasado tanto en tan poco tiempo que parece que fuera una película lejana y si bien poco sentido tendría que yo se las cuente (porque todos la vivimos), estoy casi seguro que el común denominador ha sido la poca reflexión al respecto.
No me embarco en una discusión electoral (aún cuando este sea un año para ello), sino en algo más profundo, algo del sentido de las cosas, de la esencia de un sistema que a pesar y al pasar los nombres se orada y nos deja a los ciudadanos siempre en la base.
En este sentido me parece oportuno, traer esa clasificación bastante consensuada en el campo de las ciencias políticas, sobre las concepciones de la palabra “política”. Una primera “polity” que daría cuenta de la función de distribución de poder en la sociedad (algo así como el sistema político), una segunda “politics” como el juego cotidiano de actores por espacios de poder e influencia (en particular con el ejercicio de la política, negociaciones y arte de lo posible) y por último la “policy” como la acción de gobierno (en nuestro caso conocido como políticas públicas.
Este triángulo de conceptos que se interrelacionan y recobran sentido, nos permite pensar que las acciones de un gobierno democrático, electo por la mayoría, que ejerce en sus libertades y posibilidades legales el poder político con acompañamiento social, puede inclusive gobernar en detrimento de mayorías y por ende beneficiar en particular a pequeños grupos.
Este es un gobierno que no escondió, ni esconde el sentido de lo que hace, no prometió nada que no fuera a cumplir, de hecho, está honrando sus compromisos de campaña con creces.
¿Entonces dónde radica el conflicto?
A mi entender en dos aspectos que si se entrelazan aportan claridad, pero que pueden ser presentados como dos frentes de lucha casi objetivamente irrenunciables.
Me refiero por un lado el desfinanciamiento de la ciencia y la tecnología en especial, las ciencias sociales y por otro el echar culpas constantes y “embarrar” la cancha sectorial, como los únicos y grandes culpables de un sistema que no pueden cambiar esos actores.
El pensar en un modelo de desarrollo y crecimiento del país desde la inversión en ciencia y tecnología, implica no únicamente apostar a las ciencias duras o de trayectorias más reconocidas y antiguas, y a las emergentes para la innovación, modernización, sino no dejar de lado a las ciencias sociales. Castigadas, seguro, poco reconocidas también, aunque el debate puede ser extenso, pretendo que nos detengamos en considerar algo en especial. En momentos como estos en los cuales “desregular” el mercado implica a la vez poner techo a las paritarias y liberar que las empresas de telefonía, servicios, alquileres, prepagas de medicina aumenten libremente, es lo mismo que achicar el bolsillo de las/os trabajadoras/es, y este tipo de visualizaciones contextuales claramente son campo de estudio, de comunicación, de divulgación y de consolidación desde la ciencias sociales; por lo que desfinanciarlas es clave para silenciar voces calificadas.
Por otro lado, los ataques sectoriales permiten ganar tiempo para tomar mientras, medidas de fondo, llevar la atención hacia ese segmento generando discursos, odios y enojos contra los supuestos beneficios de tal o cual. Ojo que al final de cuentas y luego de tantos culpables, inclusive habiendo dejado sin trabajo a más de 70.000 empleados, los problemas (esos que les endilgaban), no se resolvieron por sí solos y hasta quizá se agravaron.
Si se está jugando un juego, quienes son dueños del tablero tienen conocimiento de las reglas, y todos los demás lo jugamos sin sentido, sin comprender, pero apurados, entregándonos por momentos y combatiendo con la claridad de quien pisa la pelota y levanta la cabeza.
Ya lo denunciaba Borges en su poema Ajedrez cuando se consultaba por la mano que movía la pieza, por el político que dentro de un sistema político juega a la política con sus propias reglas y negocia esas políticas públicas que a cuenta gotas, y pocas veces nos benefician.
Si al final de estas líneas, como yo creen que el problema de la Argentina es político (en todos sus sentidos), habrá bastante más posibilidad de diseñar una reconstrucción nacional que nos contenga, que nos represente, pero que sobre todo nos de oportunidades y claridad para entender por dónde y para dónde van a ir las cosas.
Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Opinión
Cicatrix Maledictum: Secretos del Valle de la Luna
Las grietas de la tierra esconden historias que van más allá de lo visible. Por Javier Galli.

En lo profundo del Valle de la Luna, un paisaje que desafía al tiempo, las grietas de la tierra esconden historias que van más allá de lo visible. Las formaciones sedimentarias, moldeadas por milenios, guardan cicatrices que podrían ser el eco de un cataclismo hídrico que transformó esta región hace miles de años.
Según documentos atribuidos a una expedición científica de mediados del siglo XX, las capas de roca en el Valle no solo revelan eventos geológicos únicos, sino también patrones simbólicos que han despertado interrogantes. ¿Son simples caprichos de la naturaleza o vestigios de una civilización perdida? Entre los hallazgos reportados se encuentran conchas marinas en alturas improbables, grietas que se entrelazan formando diseños geométricos y fragmentos de lo que parecen ser estructuras petrificadas. Todo esto contribuye a la teoría del «Diluvio Negro», un evento mítico que habría devastado esta región, dejando tras de sí un paisaje marcado por la devastación y el misterio.

La serie fotográfica Cicatrix Maledictum captura la esencia de estos paisajes, transformando las bardas erosionadas y los valles desérticos en un escenario donde la naturaleza se convierte en memoria y códice. Cada imagen invita al espectador a explorar las grietas como si fueran las páginas de un libro antiguo, cargadas de significados ocultos.

«El Valle de la Luna es mucho más que un testigo geológico del tiempo. Es un espacio donde las marcas en la tierra dialogan con nuestras propias preguntas sobre el pasado y el futuro. Estas cicatrices nos hablan de eventos que superan nuestra escala humana», reflexiona el autor de la serie.

Esta propuesta artística no busca dar respuestas definitivas, sino plantear interrogantes: ¿Qué historias se esconden bajo las capas del tiempo? ¿Es posible que un cataclismo tan devastador haya dejado huellas no solo en la tierra, sino también en nuestra memoria colectiva? Las fotografías de Cicatrix Maledictum no solo retratan un paisaje, sino que invitan a una experiencia sensorial y filosófica sobre los secretos que la naturaleza guarda bajo llave.

Próximamente, la serie podrá ser apreciada en diferentes espacios culturales de la región, donde se abrirá un diálogo entre arte, ciencia y la historia invisible que yace en el Valle de la Luna.

Por Javier Galli.
Artista. Fotógrafo.
Opinión
La ‘Curva de Verani’: Huellas de una tragedia en Allen
Se cumplieron 30 años de la misteriosa desaparición de una joven en una chacra de Allen. Por Javier Galli.

Cuando hablamos de fenómenos inexplicables, lo sobrenatural siempre parece rondar el límite entre lo real y lo imaginado. La historia que envuelve la chacra de la familia Menguelle, en la zona rural cercana a Guerrico, ha tomado una forma fantasmal en el imaginario popular de la región, transformándose en una leyenda que sigue inquietando a quienes la escuchan.
Todo comenzó hace más de 30 años atrás, el 12 de octubre de 1991, cuando la joven, Vanesa Menguelle, hija de una reconocida familia chacarera de la zona, desaparece inexplicablemente en las inmediaciones de la llamada ‘Curva de Verani’. La joven tenía algo en común con otros habitantes del área: una misteriosa enfermedad mental atribuida al uso de químicos para la cura de las tierras que rodeaban la chacra familiar. Con apenas 20 años, esta muchacha fue testigo de cómo su mente se distorsionaba, mientras el paisaje que la rodeaba parecía marchitarse al compás de su deterioro. Sus últimos días en la chacra fueron extraños, marcados por conductas erráticas. Algunos dicen que hablaba sola, otros aseguran que la vieron vagar entre los cultivos secos, como si buscara algo que nadie más podía ver.
Última aparición
Testigos aseguraban haber visto a Vanesa caminando sola la noche de su desaparición en dirección a la ‘Curva de Verani’. Sin embargo, nadie ha podido precisar lo que ocurrió después. Un vecino que circulaba en su camioneta la vio caminando con paso tambaleante cerca del galpón de su chacra, pero pensó que estaba volviendo a su casa. Esa fue la última vez que alguien la vio con vida.
La familia Menguelle denunció la desaparición de Vanesa al día siguiente, luego de que no regresara a casa esa noche. Las autoridades locales iniciaron una intensa búsqueda en los alrededores de la curva y la chacra, aunque sin resultados concluyentes. Personal policial de Allen y Guerrico, vecinos y trabajadores de la zona recorrieron a pie campos y galpones abandonados, sin encontrar rastro alguno de la joven.
Pero la historia de la joven no termina con su desaparición. Los accidentes en ese tramo de la ruta se incrementaron de forma alarmante tras su ausencia, pese a que las condiciones de la carretera y su iluminación eran óptimas. Testigos presenciales, en su mayoría automovilistas y camioneros, aseguran haber visto a una mujer caminando tambaleante en plena madrugada, vestida con un traje blanco que resplandece bajo las luces de los faros. El rostro siempre pálido, inexpresivo, pero lo suficientemente inquietante como para provocar distracción y, en muchos casos, accidentes.
Incluso hay quienes afirman que al detenerse para ayudarla, la joven desaparece en un abrir y cerrar de ojos, dejando tras de sí una sensación inexplicable de vacío y terror. Los informes policiales hablan de una curva en la que los accidentes no deberían ocurrir, y sin embargo, el misterio persiste. ¿Es la joven la responsable de estos siniestros? Nadie puede afirmarlo con certeza.
Los rumores en torno a la chacra maldita siguieron creciendo. Algunos habitantes del lugar cuentan que la joven no fue la única en desaparecer en ese sector. A lo largo de los años, otras historias similares han surgido. Una mujer, violada y asesinada, fue encontrada cerca de la chacra, y desde entonces, los fantasmas parecen habitar cada rincón de esas tierras.
Una versión particularmente espeluznante cuenta que algunos taxistas que recogieron a una muchacha pálida en las inmediaciones de la curva no volvieron a ser vistos con vida. Otros camioneros aseguran haber sido asaltados por la visión de una joven que, al principio, parece necesitar ayuda, pero pronto desaparece sin dejar rastro. En todos los casos, la figura de la joven vuelve a aparecer y desvanecerse, generando un temor que perdura incluso después de haber pasado por el lugar.
El tiempo ha pasado, y la chacra quedó destruida. Las paredes de la vieja casa, devoradas por el viento y la maleza, son el único testimonio de lo que alguna vez fue. Hoy, solo quedan ruinas, un espacio vacío donde la naturaleza ha reclamado lo que una vez fue suyo. Pero los rumores persisten, y los pocos que se atreven a acercarse al lugar aseguran sentir una presencia, un eco de lo que alguna vez fue la vida en ese rincón de campo. Las imágenes tomadas recientemente revelan rincones oscuros y sombríos, con detalles que parecen congelados en el tiempo. Estas fotografías, al igual que el recuerdo de Vanesa Menguelle, siguen evocando preguntas y susurrando historias que se niegan a desaparecer, como si algo aún habitara en esos parajes desolados de la ‘Curva de Verani’.





Por Javier Galli.
Artista. Fotógrafo.