Opinión
Menores, delito y neurociencia
Por Sergio Barotto, vocal del Superior Tribunal de Justicia de Río Negro.

Habiéndose puesto nuevamente en el tapete público el tema de la aplicación de normas penales respecto de menores y adolescentes; y siendo que las primeras manifestaciones que aquella novedad ha provocado aparecen centradas en punto a la eventual disminución de la edad a partir de la cual se pueda atribuir responsabilidad penal a aquél particular grupo de personas, nos permitimos presentar aportes que, provenientes de otros saberes científicos distintos al Derecho, creemos deberían ser tenidos en cuenta al momento de adoptarse decisiones legislativas respecto de un asunto de tal envergadura.
Si lo que se pretende a futuro es analizar el comportamiento de un menor o de un adolescente frente al Código Penal bajo las mismas pautas de ponderación que las que se aplican judicialmente hacia adultos que cometen delitos, debería saberse que estudios científicos llevado s adelante en el campo de la neurociencia han permitido comprobar que existen diferencias de funcionamiento entre el cerebro de una persona adulta y el mismo órgano de otro ser humano que no ha alcanzado aquél grado de desarrollo.
Ezequiel Mercurio* -Médico especialista en Medicina Legal y Psiquiatría e integrante del Cuerpo de Peritos y Consultores Técnicos de la Defensoría General de la Nación- ha señalado que:
-Modernas técnicas de neuroimagen cerebral permiten afirmar que la madurez del cerebro se alcanzaría a los 18 años. En otras palabras, el cerebro de los menores y de adolescentes no se encuentra completamente maduro hasta que llegan al final de la segunda década de sus vidas.
– Las regiones cerebrales que no alcanzan su total desarrollo hasta las épocas antes señaladas son, específicamente, los lóbulos frontales, que tienen a su cargo el control de los impulsos, de la regulación de la emociones, de la ponderación de los riesgos y del razonamiento moral.
-La forma en que los jóvenes toman decisiones, los juicios que realizan y la expresión de sus emociones, son diferentes a la de los adultos, ya que su cerebro también difiere. Desde el punto de vista anatomo-fisiológico , el cerebro de los adolescentes se encuentra inmaduro, sobre todo en las regiones encargadas de controlar los impulsos, de medir las consecuencias de las acciones y controlar las emociones.
– Los adolescentes son considerados como propensos a involucrarse en situaciones de riesgo; son buscadores de nuevas sensaciones. Esta búsqueda de riesgo los lleva a exponerse a situaciones tales como manejar alcoholizados, mantener relaciones sexuales sin protección, experimentar con drogas, alcohol y conductas relacionadas con el delito.
– Las diferencias que existen entre la forma en que toman las decisiones los adolescentes y los adultos no se fundamenta en la imposibilidad de los jóvenes de distinguir entre lo bueno y lo malo. Tampoco se basa en que los adolescentes no pueden realizar ningún razonamiento de costo/beneficio en relación con sus conductas. La diferencia radica en la forma en la que los jóvenes realizan los análisis de costo beneficio, y como sopesan los riegos y las ganancias, teniendo en cuenta las posibles ganancias a corto plazo. Los adolescentes se focalizan más en las posibles ganancias que en protegerse de las posibles pérdidas.
La toma de decisiones más arriesgada por parte de los adolescentes refleja la inmadurez de la corteza prefrontal, lo que pone en evidencia las diferencias en la capacidades cognitivas respecto de los adultos.
En los jóvenes y adolescentes las deficiencias emocionales y cognitivas se acrecientan cuando otros factores, como el estrés, las emociones y la presión de los pares entran en escena. Estos factores pueden afectar el desempeño cognitivo de cualquier sujeto, pero lo hacen con especial énfasis en los adolescentes.
El famoso neurólogo y neurocientífico Facundo Manes **enseña que los lóbulos frontales, fundamentales para la planificación, la toma de decisiones, la memoria del trabajo y el control del impulso, son las últimas áreas cerebrales en madurar y no se desarrollan totalmente hasta la tercera década de la vida. Hace saber, además, que los lóbulos frontales se ocupan de funcione s tan complejas como la capacidad para tomar decisiones, para inhibir respuestas inapropiadas, para planificar y ejecutar un plan de acción, para ponerse en el lugar del otro y para poder discernir qué pautas establece cada sociedad sobre lo que está bien y lo que está mal, entre otras.
Con respecto a la edad cercana a los 20 años, Manes informa que mediante estudios se ha demostrado que en esa edad se produce un aumento en la densidad de una estructura determinante para conectar ambos hemisferios cerebrales: el cuerpo calloso, y que, de esa manera, el cerebro muestra una interconectividad mucho más prolífica, lo que le permite integrar de manera fiable los estímulos del exterior.
Coinciden Mercurio y Manes: el primero, al señalar que la capacidad de tomar decisiones por parte de los adolescentes se encuentra disminuida, por la falta de madurez y desarrollo emocional, y cerebral, lo que debe ser tenido en cuenta al momento de ser juzgados por el sistema penal, y el segundo al indicar que aquella condición biológica debe ser tenida en cuenta por las acciones de políticas públicas destinadas a esa franja etaria de la población.
Para aventar dudas: no es la presente nota un alegato anticipado en contra de una eventual nueva manera de regular la relación de los menores y los adolescentes con el sistema penal, ni debe ser entendida como tal, sino que pretende alertar que desde la ciencia empírica se ha demostrado que un menor o un adolescente no razona como un adulto frente a los hechos de la vida, porque su cerebro así no lo permite. Estimamos que semejante dato y sus consecuencias sociales no deberían estar ausentes en el tapete mencionado al inicio.
Por Sergio Barotto.
Vocal del Superior Tribunal de Justicia de Río Negro.-
Opinión
El problema de la Argentina, es político
Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.

Me pregunté bastante estos últimos días de qué manera podría colaborar, no tanto en un caso puntual como el de una colecta de insumos necesarios para atender un incendio en la zona del el Bolsón, sino en general, para llevar un poco de luz al momento que estamos atravesando.
Básicamente, me pregunté ¿qué se puede aportar en tiempos de desregulación, inclusive del sentido?
Si acordamos que el año pasado (2024) fue el de buscar culpables institucionales o sociales y por ende emprender batallas generales, este todavía no queda claro por donde podría transcurrir.
No nos olvidemos de las masivas marchas por el financiamiento universitario, los gobernadores dando aviso de diferencias, diputados y senadores haciendo lo suyo por el quorum, reclamos multitudinarios en las calles, privatizaciones, cierres de empresas y reparticiones, despidos masivos, sindicatos en alza e inclusive la CGT que se rompió.
Ha pasado tanto en tan poco tiempo que parece que fuera una película lejana y si bien poco sentido tendría que yo se las cuente (porque todos la vivimos), estoy casi seguro que el común denominador ha sido la poca reflexión al respecto.
No me embarco en una discusión electoral (aún cuando este sea un año para ello), sino en algo más profundo, algo del sentido de las cosas, de la esencia de un sistema que a pesar y al pasar los nombres se orada y nos deja a los ciudadanos siempre en la base.
En este sentido me parece oportuno, traer esa clasificación bastante consensuada en el campo de las ciencias políticas, sobre las concepciones de la palabra “política”. Una primera “polity” que daría cuenta de la función de distribución de poder en la sociedad (algo así como el sistema político), una segunda “politics” como el juego cotidiano de actores por espacios de poder e influencia (en particular con el ejercicio de la política, negociaciones y arte de lo posible) y por último la “policy” como la acción de gobierno (en nuestro caso conocido como políticas públicas.
Este triángulo de conceptos que se interrelacionan y recobran sentido, nos permite pensar que las acciones de un gobierno democrático, electo por la mayoría, que ejerce en sus libertades y posibilidades legales el poder político con acompañamiento social, puede inclusive gobernar en detrimento de mayorías y por ende beneficiar en particular a pequeños grupos.
Este es un gobierno que no escondió, ni esconde el sentido de lo que hace, no prometió nada que no fuera a cumplir, de hecho, está honrando sus compromisos de campaña con creces.
¿Entonces dónde radica el conflicto?
A mi entender en dos aspectos que si se entrelazan aportan claridad, pero que pueden ser presentados como dos frentes de lucha casi objetivamente irrenunciables.
Me refiero por un lado el desfinanciamiento de la ciencia y la tecnología en especial, las ciencias sociales y por otro el echar culpas constantes y “embarrar” la cancha sectorial, como los únicos y grandes culpables de un sistema que no pueden cambiar esos actores.
El pensar en un modelo de desarrollo y crecimiento del país desde la inversión en ciencia y tecnología, implica no únicamente apostar a las ciencias duras o de trayectorias más reconocidas y antiguas, y a las emergentes para la innovación, modernización, sino no dejar de lado a las ciencias sociales. Castigadas, seguro, poco reconocidas también, aunque el debate puede ser extenso, pretendo que nos detengamos en considerar algo en especial. En momentos como estos en los cuales “desregular” el mercado implica a la vez poner techo a las paritarias y liberar que las empresas de telefonía, servicios, alquileres, prepagas de medicina aumenten libremente, es lo mismo que achicar el bolsillo de las/os trabajadoras/es, y este tipo de visualizaciones contextuales claramente son campo de estudio, de comunicación, de divulgación y de consolidación desde la ciencias sociales; por lo que desfinanciarlas es clave para silenciar voces calificadas.
Por otro lado, los ataques sectoriales permiten ganar tiempo para tomar mientras, medidas de fondo, llevar la atención hacia ese segmento generando discursos, odios y enojos contra los supuestos beneficios de tal o cual. Ojo que al final de cuentas y luego de tantos culpables, inclusive habiendo dejado sin trabajo a más de 70.000 empleados, los problemas (esos que les endilgaban), no se resolvieron por sí solos y hasta quizá se agravaron.
Si se está jugando un juego, quienes son dueños del tablero tienen conocimiento de las reglas, y todos los demás lo jugamos sin sentido, sin comprender, pero apurados, entregándonos por momentos y combatiendo con la claridad de quien pisa la pelota y levanta la cabeza.
Ya lo denunciaba Borges en su poema Ajedrez cuando se consultaba por la mano que movía la pieza, por el político que dentro de un sistema político juega a la política con sus propias reglas y negocia esas políticas públicas que a cuenta gotas, y pocas veces nos benefician.
Si al final de estas líneas, como yo creen que el problema de la Argentina es político (en todos sus sentidos), habrá bastante más posibilidad de diseñar una reconstrucción nacional que nos contenga, que nos represente, pero que sobre todo nos de oportunidades y claridad para entender por dónde y para dónde van a ir las cosas.
Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Opinión
Cicatrix Maledictum: Secretos del Valle de la Luna
Las grietas de la tierra esconden historias que van más allá de lo visible. Por Javier Galli.

En lo profundo del Valle de la Luna, un paisaje que desafía al tiempo, las grietas de la tierra esconden historias que van más allá de lo visible. Las formaciones sedimentarias, moldeadas por milenios, guardan cicatrices que podrían ser el eco de un cataclismo hídrico que transformó esta región hace miles de años.
Según documentos atribuidos a una expedición científica de mediados del siglo XX, las capas de roca en el Valle no solo revelan eventos geológicos únicos, sino también patrones simbólicos que han despertado interrogantes. ¿Son simples caprichos de la naturaleza o vestigios de una civilización perdida? Entre los hallazgos reportados se encuentran conchas marinas en alturas improbables, grietas que se entrelazan formando diseños geométricos y fragmentos de lo que parecen ser estructuras petrificadas. Todo esto contribuye a la teoría del «Diluvio Negro», un evento mítico que habría devastado esta región, dejando tras de sí un paisaje marcado por la devastación y el misterio.

La serie fotográfica Cicatrix Maledictum captura la esencia de estos paisajes, transformando las bardas erosionadas y los valles desérticos en un escenario donde la naturaleza se convierte en memoria y códice. Cada imagen invita al espectador a explorar las grietas como si fueran las páginas de un libro antiguo, cargadas de significados ocultos.

«El Valle de la Luna es mucho más que un testigo geológico del tiempo. Es un espacio donde las marcas en la tierra dialogan con nuestras propias preguntas sobre el pasado y el futuro. Estas cicatrices nos hablan de eventos que superan nuestra escala humana», reflexiona el autor de la serie.

Esta propuesta artística no busca dar respuestas definitivas, sino plantear interrogantes: ¿Qué historias se esconden bajo las capas del tiempo? ¿Es posible que un cataclismo tan devastador haya dejado huellas no solo en la tierra, sino también en nuestra memoria colectiva? Las fotografías de Cicatrix Maledictum no solo retratan un paisaje, sino que invitan a una experiencia sensorial y filosófica sobre los secretos que la naturaleza guarda bajo llave.

Próximamente, la serie podrá ser apreciada en diferentes espacios culturales de la región, donde se abrirá un diálogo entre arte, ciencia y la historia invisible que yace en el Valle de la Luna.

Por Javier Galli.
Artista. Fotógrafo.
Opinión
La ‘Curva de Verani’: Huellas de una tragedia en Allen
Se cumplieron 30 años de la misteriosa desaparición de una joven en una chacra de Allen. Por Javier Galli.

Cuando hablamos de fenómenos inexplicables, lo sobrenatural siempre parece rondar el límite entre lo real y lo imaginado. La historia que envuelve la chacra de la familia Menguelle, en la zona rural cercana a Guerrico, ha tomado una forma fantasmal en el imaginario popular de la región, transformándose en una leyenda que sigue inquietando a quienes la escuchan.
Todo comenzó hace más de 30 años atrás, el 12 de octubre de 1991, cuando la joven, Vanesa Menguelle, hija de una reconocida familia chacarera de la zona, desaparece inexplicablemente en las inmediaciones de la llamada ‘Curva de Verani’. La joven tenía algo en común con otros habitantes del área: una misteriosa enfermedad mental atribuida al uso de químicos para la cura de las tierras que rodeaban la chacra familiar. Con apenas 20 años, esta muchacha fue testigo de cómo su mente se distorsionaba, mientras el paisaje que la rodeaba parecía marchitarse al compás de su deterioro. Sus últimos días en la chacra fueron extraños, marcados por conductas erráticas. Algunos dicen que hablaba sola, otros aseguran que la vieron vagar entre los cultivos secos, como si buscara algo que nadie más podía ver.
Última aparición
Testigos aseguraban haber visto a Vanesa caminando sola la noche de su desaparición en dirección a la ‘Curva de Verani’. Sin embargo, nadie ha podido precisar lo que ocurrió después. Un vecino que circulaba en su camioneta la vio caminando con paso tambaleante cerca del galpón de su chacra, pero pensó que estaba volviendo a su casa. Esa fue la última vez que alguien la vio con vida.
La familia Menguelle denunció la desaparición de Vanesa al día siguiente, luego de que no regresara a casa esa noche. Las autoridades locales iniciaron una intensa búsqueda en los alrededores de la curva y la chacra, aunque sin resultados concluyentes. Personal policial de Allen y Guerrico, vecinos y trabajadores de la zona recorrieron a pie campos y galpones abandonados, sin encontrar rastro alguno de la joven.
Pero la historia de la joven no termina con su desaparición. Los accidentes en ese tramo de la ruta se incrementaron de forma alarmante tras su ausencia, pese a que las condiciones de la carretera y su iluminación eran óptimas. Testigos presenciales, en su mayoría automovilistas y camioneros, aseguran haber visto a una mujer caminando tambaleante en plena madrugada, vestida con un traje blanco que resplandece bajo las luces de los faros. El rostro siempre pálido, inexpresivo, pero lo suficientemente inquietante como para provocar distracción y, en muchos casos, accidentes.
Incluso hay quienes afirman que al detenerse para ayudarla, la joven desaparece en un abrir y cerrar de ojos, dejando tras de sí una sensación inexplicable de vacío y terror. Los informes policiales hablan de una curva en la que los accidentes no deberían ocurrir, y sin embargo, el misterio persiste. ¿Es la joven la responsable de estos siniestros? Nadie puede afirmarlo con certeza.
Los rumores en torno a la chacra maldita siguieron creciendo. Algunos habitantes del lugar cuentan que la joven no fue la única en desaparecer en ese sector. A lo largo de los años, otras historias similares han surgido. Una mujer, violada y asesinada, fue encontrada cerca de la chacra, y desde entonces, los fantasmas parecen habitar cada rincón de esas tierras.
Una versión particularmente espeluznante cuenta que algunos taxistas que recogieron a una muchacha pálida en las inmediaciones de la curva no volvieron a ser vistos con vida. Otros camioneros aseguran haber sido asaltados por la visión de una joven que, al principio, parece necesitar ayuda, pero pronto desaparece sin dejar rastro. En todos los casos, la figura de la joven vuelve a aparecer y desvanecerse, generando un temor que perdura incluso después de haber pasado por el lugar.
El tiempo ha pasado, y la chacra quedó destruida. Las paredes de la vieja casa, devoradas por el viento y la maleza, son el único testimonio de lo que alguna vez fue. Hoy, solo quedan ruinas, un espacio vacío donde la naturaleza ha reclamado lo que una vez fue suyo. Pero los rumores persisten, y los pocos que se atreven a acercarse al lugar aseguran sentir una presencia, un eco de lo que alguna vez fue la vida en ese rincón de campo. Las imágenes tomadas recientemente revelan rincones oscuros y sombríos, con detalles que parecen congelados en el tiempo. Estas fotografías, al igual que el recuerdo de Vanesa Menguelle, siguen evocando preguntas y susurrando historias que se niegan a desaparecer, como si algo aún habitara en esos parajes desolados de la ‘Curva de Verani’.





Por Javier Galli.
Artista. Fotógrafo.