Opinión
Pedagogía de la Exclusión
Nota de opinión por Héctor Roncallo, jubilado docente y ex Secretario General de UnTER.
El conjunto de la ciudadanía y en particular las trabajadoras y los trabajadores de la Educación, asistimos a un tiempo social en el cual se pretende exacerbar el individualismo y el todo vale. Estas posiciones se relacionan directamente con la Pedagogía de la exclusión.
Las y los docentes en condiciones de trabajo, no óptimas, tratan de desterrarla en su tarea cotidiana, en silencio, en cada acción pedagógica, mayoritariamente y agobiados por las presiones externas y por la falta de estímulos que debieran ser permanente y cuidadas en su tarea central para el desarrollo educativo del territorio.
En cada sociedad, cualquiera sea y en las que cada docente convive, es y será más justa por su modelo de producción, acumulación y distribución de la riqueza. Si esto se realiza bajo principios de justicia social, la distribución sin duda será igualitaria y el modelo educativo orientará a una Pedagogía de Inclusión. Esto es muy visible en cualquiera de las Escuelas cotidianamente. No necesito entrar en detalles. Las diferencias se observan y más aún cuando el Estado no está presente en la provisión de insumos esenciales para resolver la alimentación cotidiana, entre otros.
Ahora bien, la Educación es parte del proceso de distribución de conocimiento, como lo es también en la producción y la acumulación del mismo. De allí la importancia de la existencia de la Educación Pública, su mejora, la expansión, más escuelas de tamaño óptimo en cuanto a cantidad de estudiantes para que el ingreso, la permanencia y el egreso sean reales elementos de acumulación de conocimiento social y de disminución de las injusticias revirtiendo progresivamente las tremendas formas de exclusión y discriminación que sufre una parte importante de la sociedad.
El reconocimiento de la Educación Pública en todos sus niveles y modalidades, la Ciencia y la Tecnología es esencial y demostrado está, a lo largo de la historia desde la aparición de la primera Ley Nacional de Educación N° 1420 (año 1884) y hasta la actual Ley de Educación N° 26206 (año 2006), los avances, sus progresos y también retrocesos.
En el período de los 90, que hoy Milei (como candidato de la ultraderecha) pretende reestablecer apareció la política de voucher, de arancelamiento en todos los niveles educativos y de que cada uno se las arregle como pueda sacando totalmente el acompañamiento del Estado. Es decir, el lema de esa organización internacional, TODO SE COMPRA Y SE VENDE, intentó generar el abandono, entre otros aspectos, de las escuelas técnicas y de hecho se cerraron acompañando el odio hacia lxs trabajadorxs y se mostró crudamente que no era tal, la supuesta revolución productiva y laboral del menemismo, porque lo importante, en ese entonces y para ese sector, era la política de servicios y no la producción, la industrialización y el crecimiento en desarrollo real.
Después en la misma línea siguieron los recortes, que nos llevaron al desastre del 2001. Desde lxs educadorxs se pretende universalizar la educación y ello implica más niños, adolescentes, jóvenes y adultos en más y mejores escuelas con la consigna irrenunciable de la gratuidad. Lo que propone Milei no sólo es menos Escuelas también menos estudiantes y pasar directamente desde la gratuidad al negocio de la educación el que usufructuarán algunas corporaciones nacionales e internacionales y seguramente relacionadas con ellos. Para avanzar en el sentido de profundizar la Educación básica y superior, en nuestro País, siempre nos costó como docentes y como organización gremial, porque la inmensa mayoría de sectores de Gobierno analizaron a la educación como un gasto y no como inversión permanente. Basta observar los avances y retrocesos toda vez que se intentó llevar a cabo transformaciones serias y profundas, el presupuesto nunca está. Ese error debe enmendarse de una vez y para siempre, no al estilo de Milei que pretende destruir todo y que cada uno se salve sólo. Saldremos con más presupuesto, que acompañe políticas de mejoras en educación para todos y todas, que no sea un verso, con presupuesto que abarque todo lo que significa el funcionamiento real del sistema
educativo en sus dimensiones Pedagógicas, administrativas, sociales, filosóficas, políticas, alimentaria, salariales, de cargos y de estructuras que garanticen el funcionamiento escolar.
Sin dudas esa política será una Pedagogía de Inclusión. Lo que propone y escupe Milei es una clara Pedagogía de Exclusión, porque para ellos prácticamente las personas no son humanos, y si no actúan en el sentido de lograr individualmente lo que necesitan, no lo serán. Exclusión porque alientan la competencia permanente, porque la esencia para el neoliberalismo es el mercado y por ello todo se resuelve en ese ámbito de intercambio, donde lo individual es la felicidad y debe reconocerse en el mercado laboral, educativo, en la atención de la salud, en la seguridad, en las jubilaciones, en la cotidianidad y usufructo de cada cosa. De allí que aparece para ese modelo, como natural, la venta de órganos, de niños y niñas, la no regulación del Estado, etc. Todo esto impone un modelo de Educación que deberá ser claramente de exclusión. Por eso para Milei, nada de lo que se hace en la Escuela servirá y el modelo educativo deberá obedecer a estrategias de individualismo, de que se salve quien pueda, de que el otro/a no existe, que todo debe pagarse, que el Estado molesta y que las escuelas serán para unos pocos y los demás no la necesitan ya que pensadores como Hayek, Mises y Rothbard, ideólogos que orientan las enseñanzas del candidato de la derecha les ordena que no existe la sociedad en sí, que los individuos actúan para satisfacer necesidades y deseos estrictamente individuales, de allí que el conocimiento y el aprendizaje nunca será colectivo. Por ello odian el constructivismo. No aceptan la planificación porque manifiestan que coarta la libertad del individuo.
En síntesis, el Estado es para este candidato, Milei, “una maquinaria de la delincuencia y de la
agresión institucionalizada” y quienes defendemos la Educación Pública manifestamos que el Estado, en todas sus dimensiones “tiene la responsabilidad principal e indelegable de proveer una educación integral, permanente y de calidad para todas y todos las y los habitantes de la Nación, garantizando la igualdad, gratuidad y equidad en el ejercicio de este derecho, con la participación de las organizaciones sociales y las familias”, sabiendo que “la Educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado”.
Héctor Roncallo
Jubilado Docente – Ex Secretario General de UnTER.
Opinión
Las Universidades, para qué?
Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
En estos días es habitual oír los problemas que enfrenta el sistema educativo, por el desfinanciamiento que está sufriendo.
Y rápidamente podemos preguntarnos cuál sería el problema y por extensión, por el rol clave que deberían cumplir, en especial las universidades.
En primera medida servir de espacio de contención socio cultural para quienes pretendan formarse y contar con nuevas herramientas para avanzar en la vida, y segunda y quizá tenida menos en cuenta, generar conocimientos valiosos para la comunidad en su conjunto.
Si hay algo que uno espera de la educación superior, (de las universidades) ese lugar donde se produce el conocimiento, es que corran los límites, que vayan más allá, que incomoden todo aquello que sea necesario para poder avanzar.
En este sentido, las ciencias sociales, esas con las que convivimos, ya que nos revisan en eso que nos define como sociedad, como individuos y como humanos, tendrán mucho para aportar.
Claramente el estado, pero no únicamente el nacional, decide qué financiar y por ende qué no. Pensemos por un momento un gobierno provincial e inclusive algunos gobiernos locales (municipio y comunas), financiando proyectos de investigación en la creencia y seguridad de que eso que se investigue, aportará nuevas ideas, conocimientos y herramientas para su gestión.
Pero claro, hoy pareciera que las cosas son distintas. Quienes ocupan cargos de gestión, con su trabajo cotidiano nos responden a la preguntá ¿qué se hace?, ya que es su cotidiano. Mientras que quienes investigan en políticas públicas, ciencias de la administración y todo lo referido a la administración pública, nos responderían a ¿qué se podría hacer?
Hay algo hasta increíble en la separación que tiene hoy la academia con la gestión gubernamental, los investigadores en lo estatal por un lado y los cargos electivos y funcionarios por otros. Si bien son dos conocimientos diferentes, el que se consigue estudiando y el que se consigue haciendo, en algún momento deberían encontrarse.
Pero claro, quién financiaría aquello que lo incomode, que lo exhiba, que revele sus falencias, inclusive aparece cierta complicidad por parte del sistema ya que esos avances pueden a las claras incomodar la capacidad de gestión de quienes ocupan cargos en las propias instituciones educativas.
Complicidad de dos lados, dos caras de una moneda que lógicamente no se encuentra, más que en un borde que investiga y aporta sobre cosas cómodas, relatos de una historia sabida y que recopila los datos ya conocidos.
En esa misma rueda, los trabajadores de la investigación atrapados, ya que se les reconoce y se los obliga a investigar y se les financia aquellas cosas que no molesten.
Existen problemas de financiamiento, claro, pero ojo no son los únicos.
Si queremos salir de los problemas que presenta el sistema, sin salir del sistema, deberemos cambiar lo que se deba, corregir lo que se necesite y abrir las administraciones.
Conseguir que política y conocimiento se amiguen, caso contrario el pozo será cada vez más hondo y la falta de dinero, pasará a ser, el menor de los problemas.
Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Opinión
Del otro lado, nosotros
Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
En estos tiempos tan veloces de vivir, son pocos los momentos en que nos detenemos a tratar de comprender qué nos pasa, más allá del bolsillo.
Ahora es fácil confundir el síntoma con la causa, la consecuencia con la fuente del problema. Seguir discutiendo en circularidad de lo obvio: el dinero no alcanza. Cuando, en realidad no somos capaces de repensar qué es lo que genera la situación.
Entonces traigo tres dicotomías tan vigentes y actuales (y pasadas, si lo son), como necesarias para incorporar, quizá mate mediante en un momento de reflexión:
La primera responde a la pregunta, ¿dónde estamos?
Rápidamente comprender que estamos inmersos en un sistema democrático, que es abonado por todas y todos, ejercido por las instituciones del estado, pero que muchas veces quien gobierna, impone, crea y establece las condiciones de gobernabilidad, traza las políticas e inclusive el plan de gobierno, es el poder económico privado. Nacional e internacional.
Lo que quiero aportar aquí es esta dicotomía de los “jugadores” de adentro y de afuera del sistema. Vecinas y vecinos serán de afuera, pudiendo aportar con sus participaciones a quienes sí están adentro, la clase dirigencial, políticos y funcionarios públicos. Pero ojo, no seamos tampoco ingenuos, porque quizá hasta ellos mismos, están afuera del sistema de decisión, del poder real. Su único diferencial es conocer el sistema, ser conscientes de su lugar y cumplir con su papel, hacer como que deciden, emular que pueden, abonar alguno de los dos lados de una grieta que no existe como tal.
Para la segunda pregunta, debemos pensar, ¿qué nos ofrecen?
Es que claro, si ellos que son quienes ocupan los cargos públicos, que los elegimos para que gobiernen, no pueden hacerlo porque a su vez son condicionados por los poderes económicos concentrados nacionales, qué nos queda esperar a los demás?
Por lo pronto comenzar a comprender esta segunda dicotomía en la que usualmente nos empantanamos al momento de relacionarnos con ellas/os, y que comprenderla nos dará la libertad de saber qué se nos dice. Esta dicotomía es doble, ya que confundimos los productos del accionar del estado con resultados de la política pública desarrollada y a la vez, el diagnóstico de la situación, con la posibilidad real de avanzar y construir propuestas.
Daré un breve ejemplo: una campaña de vacunación que alcance las 50 personas diarias evidentemente da cuentas de un trabajo (producto – personas vacunadas), pero no de un resultado ya que desconocemos el punto de partida, la situación problemática que se pretendía abordar y acaso el nivel de esfuerzo institucional comprometido y previsto (¿qué tasa pretendíamos mejorar con la vacunación? ¿Queríamos vacunar 50 o quizá el doble y no pudimos?). En este mismo sentido el diagnostico es necesario para saber dónde estamos, qué nos falta, cuál podría ser un punto de partida. Pero solo es eso, un estado de situación. Se requiere entonces avanzar, trascender, comprender que eso es la base a considerar para planificar propuestas que mejoren ese punto de partida. El diagnóstico lo podemos compartir casi todos, pero el plan de acción seguramente tenga lógicas y necesarias resistencias.
Para la tercera pregunta y la más complicada, debemos enfrentar un, ¿qué necesitamos?
Claramente es mi opinión, y parte de considerar que la mejor manera de cambiar las cosas, es participando activamente, conociendo las reglas y teniendo las herramientas y recursos contextuales para ser parte de una construcción que permita dar discusiones, debates e incidir en el diseño y ejecución de lo público.
Por ello, la tercera dicotomía propone que no necesitamos mártires, sino líderes. Esa idea remanente de los héroes en la historia que lo han dado todo por la liberación de los pueblos, de alguna manera invita a pensar en luchas colosales y sobresalientes de pocas/os iluminados y claramente la historia argentina de los últimos 200 años da cuenta que, si a esos proyectos no se los nutre de ideología de compromiso, se los oxigena con carne y participación, mueren antes de iniciar, o se extinguen con su fundador.
Aquí aportar otra dicotomía que se desprende del sistema y es actual en términos de no aportar más que nombres sin proyecto, y es que, no es lo mismo ganar una elección que gobernar. Esas alianzas que dicen lo que se quiere escuchar, o que apelan a lo que el otro ha hecho mal, por sobre proponer hacia dónde, ganan es cierto, pero rápidamente quedan expuestas al momento de tener que avanzar y resolver cómo y qué hacer dentro y desde el estado. Discursos biensonantes sobran, quizá lo que falta es conocimiento sobre el funcionamiento de la cosa pública, para tratar de comprender si eso que han planteado, es posible, probable, realismo mágico o acaso legal.
Poco tiene que ver la legitimidad que otorga un cargo ganado con la capacidad de gestionar programas y proyectos, todas/os votamos a un par que quizá nos cae bien, pero el haber sido votado no garantiza ni eleva a nadie por sobre la masa. Ese será el rol y desafío que el líder deba emprender en una comunidad politizada, conocedora y sobre todo con la claridad para defender lo propio.
Al final y del otro lado, nosotros tratando de comprender para dónde va la cosa, quizá no sea mucho, pero espero que alguna de estas ideas, de estos conceptos, de estos interrogantes queden resonando y permitan idolatrar un poco menos y comprometerse a debatir un poco más.
Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.
Opinión
¿Por qué marchamos?
Nota de opinión por Nicolás Rochas, apoderado Frente Renovador Distrito Río Negro.
Nunca nadie que haya llegado al cargo de Presidente había confesado abiertamente, que a su entender, el Estado Nación es «el problema». Porque destruir el Estado no nos hará libres, simplemente nos expondrá ante el mundo casi como bienes fungibles, una nueva especie de res nullius en un planeta organizado en torno a países soberanos.
Marchamos porque no se trata de estar «en contra», sino de advertir las consecuencias de decisiones nefastas y evitar pérdidas que serán irreparables.
Porque gobernar es asignar prioridades y no puede estar antes la ganancia de un banquero que la comida de la gente.
Porque la inflación no puede detenerse a fuerza de pulverizar el salario.
Porque la Cultura, la Ciencia, el Deporte o el Arte, nunca (jamás) son un gasto, sino la inversión a través de la que un pueblo se expresa, se identifica, se distingue y crece.
En poco más de un mes, el gobierno de Javier Milei devaluó en más del 100% la moneda, quitó subsidios, subió tarifas, frenó la obra pública, desfinanció al Estado (tanto Nacional como a las provincias) y desprotegió a todo inquilino, consumidor o usuario. El precio de los alimentos se dispara día a día, pero aún más se le adelantan los medicamentos. Hay una confesa pretensión de asignarle a la recesión la estrategia para frenar los precios (macabra convicción, la de pensar que «no hay inflación en los cementerios»).
En nuestra historia democrática jamás tuvimos un gobierno tan disociado de la realidad, tan ajeno al padecimiento, tan insensible y brutal.
Ganar el balotaje le otorgó la legitimidad para el ejercicio del Poder Ejecutivo, no la adquisición llave en mano de un país (que le avisamos: no está en venta). Ser el Presidente le da facultades para administrar los recursos del Estado, no la Suma del Poder Público, ni el cúmulo de facultades con que los constituyentes contaron en la conformación de la república. También por esto marchamos, para recordarle conceptos tan básicos que parecen habérsele olvidado; premisas tan antiguas como sus recetas económicas del siglo XIX.
Buena parte de la sociedad argentina lo votó en la esperanza de un cambio. Pero ese cambio debe serlo en la mejora del conjunto, no en la aniquilación de todo lo que a su criterio configura “un gasto”. Cuando hablamos de Patria, País o Estado, no nos referimos a cifras, variables o estadística, sino a personas, individuos, ciudadanos. Existencias reales que comen, sufren y sienten; no son likes, ni visualizaciones; son angustias de padres, pies descalzos y pancitas que chiflan si no hay pan sobre la mesa.
Marchamos por la responsabilidad histórica que importa proteger la soberanía y por la sensibilidad social de cuidar a los que menos tienen. Marchamos para advertir sobre las consecuencias que pueden ser aún más gravosas y para intentar corregir desequilibrios que se profundizarán de seguir el curso de las cosas. Marchamos porque es nuestro país el que están rifando, en un experimento en el que (como diría Serrat) «juegan con cosas que no tienen repuesto”. Por todo esto, y tantas otras cosas, el 24 de enero marchamos!
Nicolás Rochas
Apoderado Frente Renovador – Distrito Río Negro.