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Opinión

Administrar la cuarentena es administrar la imagen política

Nota de opinión por Pablo Gustavo Díaz, Consultor en marketing político.

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«Las pasiones populares, cuánto más intensas, son más fugaces», afirma el sociólogo y filósofo Juan José Sebreli. Y si hay formas de medir las pasiones en política, los investigadores tenemos en la imagen e intención de voto dos indicadores bastante certeros.

La imagen del presidente de la nación como la de la mayoría de los gobernantes provinciales y municipales, ha alcanzado valores positivos impensables hace apenas 45 días atrás. Alberto Fernández llega al 91% de imagen positiva según la consultora Analogía. Y su gestión alcanza índices de aprobación superiores al 88% según la consultora Zuban Córdoba; dato coincidente con el recogido en mi última encuesta patagónica donde lo medimos con el 89%.

También el presidente goza de una intención de voto muy alta. 56% según los estudios realizados por los consultores Federico González y Raúl Aragón, superando por casi 39 puntos a Mauricio Macri (17,4%) y por casi 44 puntos a Cristina Fernández de Kirchner (12,5%).

Sabemos que a semejantes valores los alcanzó evitando la muerte de miles de argentinos por Coronavirus, gracias a una prematura cuarentena impuesta uniformemente sobre todo el territorio nacional.

El dato político es más que alentador para quién llegó al poder con votos prestados por su vicepresidenta, mayormente, y el jefe de la cámara de diputados, Sergio Massa, en menor proporción.

Que Alberto Fernández se los haya apropiado, e incluso multiplicado, consiguiendo también el apoyo político de votantes de Mauricio Macri, Roberto Lavagna, José Luis Espert y hasta de Nicolás Del Caño, como muestran González y Aragón en su estudio, es más que auspicioso para legitimarse en el ejercicio del poder. Y en Democracia, dicha legimitación es fundamental para gobernar. Cuando se pierde se pierde el poder, y De la Rúa en 2001 es el mejor ejemplo de ello.

La duda que ronda hoy en la cabeza de los analistas políticos (incluyendo la mía) es saber ¿cuánto tiempo podrá sustentar Fernández estos niveles? Sabedores en nuestra profesión que “vivimos en el imperio de lo efímero”, parafraseando nuevamente a J.J. Sebreli.

Y esa inquietud no solo vale para el presidente de la nación sino también para la mayoría de los demás gobernantes argentinos de estados subnacionales cuyas imágenes y aprobaciones de gestión también gozan de números exorbitantes, como por ejemplo la gobernadora de Río Negro, Arabela Carrera, 78% de aprobación y el intendente de Viedma, Pedro Pesatti, 73%.

“Alberto Fernández subió 30 puntos de imagen positiva en un santiamén, que es un evento comparable con una sola persona: el Papa Francisco (…pero) Hay que entender que la lógica del argentino es tan cruel y tan cínica, que te puede hacer crecer 30 puntos como hacer bajar 30 puntos en un pelito”, afirma el consultor Jorge Giacobbe en una reciente nota a la revista La Tecla.

Según Giaccobe “los argentinos se enamoran cuando necesitan que alguien simbolice una herramienta”, en este caso por ejemplo hoy: la protección de la salud y de la vida. Y pone como ejemplo lo sucedido con el Papa en 2013,: “pasó de ser Bergoglio, nadie, a ser el Papa Francisco, con 88 puntos de imagen positiva. Eso pasó en un día. Después, cuando se vio envuelto en la comidilla de la política local, su imagen cayó a la mitad y tenía 44 puntos. Y es el Papa, que parecía intocable”.

“Nada dura mucho en la Argentina, porque la opinión pública construye herramientas, y cuando no le sirven más las tira, y construye otras”, remata categóricamente el consultor.

La retórica utilizada hasta hoy por estos líderes para alcanzar tales índices de aprobación, se basó en priorizar la vida frente a la economía. Opción por demás inteligente viendo el tremendo miedo que se apoderaba de la gente que veía en las imágenes de los muertos italianos, españoles y neoyorquinos su futuro.

Ante el pánico que genera la amenaza de muerte la gente busca refugio en un líder protector. En una familia es el Padre o la Madre. En una nación, provincia o ciudad, son sus líderes.

Casi todos nosotros, en aras de “aplanar la curva” de contagios, aceptamos quedarnos encerrados en nuestros hogares cumpliendo una cuarentena, originalmente planteada por 10 días. Pero ya llevamos 34 y al original problema sanitario le apareció un competidor: el económico.

«Prefiero tener el 10% más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina«, afirmó hace una semana atrás el presidente de la nación. Pero gobernar no se trata solo de lo que él prefiera sino de lo que la gente, la ciudadanía, los votantes necesitan, deseen y estén dispuestos a sacrificar.

Los 100 mil muertos hoy no los tenemos y esa imagen que llenaba toda la mente de los argentinos hace 15 días atrás ya no goza del privilegio monopólico.

La heladera vacía, la acumulación de deudas impagas y el temor a vernos haciendo cola plato en mano -manteniendo la distancia social, obviamente- para recibir una ración diaria de comida de parte de un soldado del ejército argentino, empieza a ganar lugar en la mente de la población. Y también atemoriza.

La herramienta «protección de la vida» vía la cuarentena fue clave para alcanzar la cúspide del apoyo popular. Pero ahora se necesitan otras herramientas para mantener ese apoyo y no perder legitimidad. Las ayudas económicas dispuestas son parte de esa caja de herramientas. Pero no alcanzan. Vienen muy lentas y no llegan a cubrir a todos los que las necesitan.

La realidad impone una salida administrada de la cuarentena que nos permita retomar nuestras actividades productivas y comerciales. La clave para los líderes políticos responsables de tomar esas decisiones es saber administrar su velocidad.

Entramos a la cuarentena muy rápido. Salir no será tan sencillo. Ni tan rápido que motive el aumento de los contagios y la muerte por coronavirus, ni tan lento que haga aumentar significativamente la pobreza, la indigencia, y la muerte también, pero de hambre o depresión.

Si resuelven bien esa ecuación puede que estemos ante el surgimiento de una nueva camada de líderes que marcarán el tiempo político de toda esta década. Pero si la resuelven mal pueden desencadenar el final adelantado de su mandato.

El cronómetro que marca el tiempo para tomar esa decisión de salida ya está en marcha. Y como la espada de Damocles, la necesidad apremia y no esperará mejores oportunidades. Porque como bien dice aquel dilema de Murphy, “uno nunca se puede hacer la idea de lo pronto que es demasiado tarde”.

Pablo Gustavo Díaz.
Consultor en marketing político.

Opinión

Las Universidades, para qué?

Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.

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En estos días es habitual oír los problemas que enfrenta el sistema educativo, por el desfinanciamiento que está sufriendo. 

Y rápidamente podemos preguntarnos cuál sería el problema y por extensión, por el rol clave que deberían cumplir, en especial las universidades. 

En primera medida servir de espacio de contención socio cultural para quienes pretendan formarse y contar con nuevas herramientas para avanzar en la vida, y segunda y quizá tenida menos en cuenta, generar conocimientos valiosos para la comunidad en su conjunto. 

Si hay algo que uno espera de la educación superior, (de las universidades) ese lugar donde se produce el conocimiento, es que corran los límites, que vayan más allá, que incomoden todo aquello que sea necesario para poder avanzar. 

En este sentido, las ciencias sociales, esas con las que convivimos, ya que nos revisan en eso que nos define como sociedad, como individuos y como humanos, tendrán mucho para aportar. 

Claramente el estado, pero no únicamente el nacional, decide qué financiar y por ende qué no. Pensemos por un momento un gobierno provincial e inclusive algunos gobiernos locales (municipio y comunas), financiando proyectos de investigación en la creencia y seguridad de que eso que se investigue, aportará nuevas ideas, conocimientos y herramientas para su gestión. 

Pero claro, hoy pareciera que las cosas son distintas. Quienes ocupan cargos de gestión, con su trabajo cotidiano nos responden a la preguntá ¿qué se hace?, ya que es su cotidiano. Mientras que quienes investigan en políticas públicas, ciencias de la administración y todo lo referido a la administración pública, nos responderían a ¿qué se podría hacer? 

Hay algo hasta increíble en la separación que tiene hoy la academia con la gestión gubernamental, los investigadores en lo estatal por un lado y los cargos electivos y funcionarios por otros. Si bien son dos conocimientos diferentes, el que se consigue estudiando y el que se consigue haciendo, en algún momento deberían encontrarse. 

Pero claro, quién financiaría aquello que lo incomode, que lo exhiba, que revele sus falencias, inclusive aparece cierta complicidad por parte del sistema ya que esos avances pueden a las claras incomodar la capacidad de gestión de quienes ocupan cargos en las propias instituciones educativas. 

Complicidad de dos lados, dos caras de una moneda que lógicamente no se encuentra, más que en un borde que investiga y aporta sobre cosas cómodas, relatos de una historia sabida y que recopila los datos ya conocidos. 

En esa misma rueda, los trabajadores de la investigación atrapados, ya que se les reconoce y se los obliga a investigar y se les financia aquellas cosas que no molesten. 

Existen problemas de financiamiento, claro, pero ojo no son los únicos. 

Si queremos salir de los problemas que presenta el sistema, sin salir del sistema, deberemos cambiar lo que se deba, corregir lo que se necesite y abrir las administraciones. 

Conseguir que política y conocimiento se amiguen, caso contrario el pozo será cada vez más hondo y la falta de dinero, pasará a ser, el menor de los problemas. 

Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.

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Opinión

Del otro lado, nosotros

Nota de opinión por Federico Vasches, integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.

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En estos tiempos tan veloces de vivir, son pocos los momentos en que nos detenemos a tratar de comprender qué nos pasa, más allá del bolsillo.

Ahora es fácil confundir el síntoma con la causa, la consecuencia con la fuente del problema. Seguir discutiendo en circularidad de lo obvio: el dinero no alcanza. Cuando, en realidad no somos capaces de repensar qué es lo que genera la situación.

Entonces traigo tres dicotomías tan vigentes y actuales (y pasadas, si lo son), como necesarias para incorporar, quizá mate mediante en un momento de reflexión:

La primera responde a la pregunta, ¿dónde estamos?

Rápidamente comprender que estamos inmersos en un sistema democrático, que es abonado por todas y todos, ejercido por las instituciones del estado, pero que muchas veces quien gobierna, impone, crea y establece las condiciones de gobernabilidad, traza las políticas e inclusive el plan de gobierno, es el poder económico privado. Nacional e internacional.

Lo que quiero aportar aquí es esta dicotomía de los “jugadores” de adentro y de afuera del sistema. Vecinas y vecinos serán de afuera, pudiendo aportar con sus participaciones a quienes sí están adentro, la clase dirigencial, políticos y funcionarios públicos. Pero ojo, no seamos tampoco ingenuos, porque quizá hasta ellos mismos, están afuera del sistema de decisión, del poder real. Su único diferencial es conocer el sistema, ser conscientes de su lugar y cumplir con su papel, hacer como que deciden, emular que pueden, abonar alguno de los dos lados de una grieta que no existe como tal.

Para la segunda pregunta, debemos pensar, ¿qué nos ofrecen?

Es que claro, si ellos que son quienes ocupan los cargos públicos, que los elegimos para que gobiernen, no pueden hacerlo porque a su vez son condicionados por los poderes económicos concentrados nacionales, qué nos queda esperar a los demás?

Por lo pronto comenzar a comprender esta segunda dicotomía en la que usualmente nos empantanamos al momento de relacionarnos con ellas/os, y que comprenderla nos dará la libertad de saber qué se nos dice. Esta dicotomía es doble, ya que confundimos los productos del accionar del estado con resultados de la política pública desarrollada y a la vez, el diagnóstico de la situación, con la posibilidad real de avanzar y construir propuestas.

Daré un breve ejemplo: una campaña de vacunación que alcance las 50 personas diarias evidentemente da cuentas de un trabajo (producto – personas vacunadas), pero no de un resultado ya que desconocemos el punto de partida, la situación problemática que se pretendía abordar y acaso el nivel de esfuerzo institucional comprometido y previsto (¿qué tasa pretendíamos mejorar con la vacunación? ¿Queríamos vacunar 50 o quizá el doble y no pudimos?). En este mismo sentido el diagnostico es necesario para saber dónde estamos, qué nos falta, cuál podría ser un punto de partida. Pero solo es eso, un estado de situación. Se requiere entonces avanzar, trascender, comprender que eso es la base a considerar para planificar propuestas que mejoren ese punto de partida. El diagnóstico lo podemos compartir casi todos, pero el plan de acción seguramente tenga lógicas y necesarias resistencias.

Para la tercera pregunta y la más complicada, debemos enfrentar un, ¿qué necesitamos?

Claramente es mi opinión, y parte de considerar que la mejor manera de cambiar las cosas, es participando activamente, conociendo las reglas y teniendo las herramientas y recursos contextuales para ser parte de una construcción que permita dar discusiones, debates e incidir en el diseño y ejecución de lo público.

Por ello, la tercera dicotomía propone que no necesitamos mártires, sino líderes. Esa idea remanente de los héroes en la historia que lo han dado todo por la liberación de los pueblos, de alguna manera invita a pensar en luchas colosales y sobresalientes de pocas/os iluminados y claramente la historia argentina de los últimos 200 años da cuenta que, si a esos proyectos no se los nutre de ideología de compromiso, se los oxigena con carne y participación, mueren antes de iniciar, o se extinguen con su fundador.

Aquí aportar otra dicotomía que se desprende del sistema y es actual en términos de no aportar más que nombres sin proyecto, y es que, no es lo mismo ganar una elección que gobernar. Esas alianzas que dicen lo que se quiere escuchar, o que apelan a lo que el otro ha hecho mal, por sobre proponer hacia dónde, ganan es cierto, pero rápidamente quedan expuestas al momento de tener que avanzar y resolver cómo y qué hacer dentro y desde el estado. Discursos biensonantes sobran, quizá lo que falta es conocimiento sobre el funcionamiento de la cosa pública, para tratar de comprender si eso que han planteado, es posible, probable, realismo mágico o acaso legal.

Poco tiene que ver la legitimidad que otorga un cargo ganado con la capacidad de gestionar programas y proyectos, todas/os votamos a un par que quizá nos cae bien, pero el haber sido votado no garantiza ni eleva a nadie por sobre la masa. Ese será el rol y desafío que el líder deba emprender en una comunidad politizada, conocedora y sobre todo con la claridad para defender lo propio.

Al final y del otro lado, nosotros tratando de comprender para dónde va la cosa, quizá no sea mucho, pero espero que alguna de estas ideas, de estos conceptos, de estos interrogantes queden resonando y permitan idolatrar un poco menos y comprometerse a debatir un poco más.

Federico Vasches
Integrante del Observatorio de Políticas Públicas y Sociales de Río Negro.

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Opinión

¿Por qué marchamos?

Nota de opinión por Nicolás Rochas, apoderado Frente Renovador Distrito Río Negro.

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Nunca nadie que haya llegado al cargo de Presidente había confesado abiertamente, que a su entender, el Estado Nación es «el problema». Porque destruir el Estado no nos hará libres, simplemente nos expondrá ante el mundo casi como bienes fungibles, una nueva especie de res nullius en un planeta organizado en torno a países soberanos.

Marchamos porque no se trata de estar «en contra», sino de advertir las consecuencias de decisiones nefastas y evitar pérdidas que serán irreparables.

Porque gobernar es asignar prioridades y no puede estar antes la ganancia de un banquero que la comida de la gente.

Porque la inflación no puede detenerse a fuerza de pulverizar el salario.

Porque la Cultura, la Ciencia, el Deporte o el Arte, nunca (jamás) son un gasto, sino la inversión a través de la que un pueblo se expresa, se identifica, se distingue y crece.

En poco más de un mes, el gobierno de Javier Milei devaluó en más del 100% la moneda, quitó subsidios, subió tarifas, frenó la obra pública, desfinanció al Estado (tanto Nacional como a las provincias) y desprotegió a todo inquilino, consumidor o usuario. El precio de los alimentos se dispara día a día, pero aún más se le adelantan los medicamentos. Hay una confesa pretensión de asignarle a la recesión la estrategia para frenar los precios (macabra convicción, la de pensar que «no hay inflación en los cementerios»).

En nuestra historia democrática jamás tuvimos un gobierno tan disociado de la realidad, tan ajeno al padecimiento, tan insensible y brutal.

Ganar el balotaje le otorgó la legitimidad para el ejercicio del Poder Ejecutivo, no la adquisición llave en mano de un país (que le avisamos: no está en venta). Ser el Presidente le da facultades para administrar los recursos del Estado, no la Suma del Poder Público, ni el cúmulo de facultades con que los constituyentes contaron en la conformación de la república. También por esto marchamos, para recordarle conceptos tan básicos que parecen habérsele olvidado; premisas tan antiguas como sus recetas económicas del siglo XIX.

Buena parte de la sociedad argentina lo votó en la esperanza de un cambio. Pero ese cambio debe serlo en la mejora del conjunto, no en la aniquilación de todo lo que a su criterio configura “un gasto”. Cuando hablamos de Patria, País o Estado, no nos referimos a cifras, variables o estadística, sino a personas, individuos, ciudadanos. Existencias reales que comen, sufren y sienten; no son likes, ni visualizaciones; son angustias de padres, pies descalzos y pancitas que chiflan si no hay pan sobre la mesa.

Marchamos por la responsabilidad histórica que importa proteger la soberanía y por la sensibilidad social de cuidar a los que menos tienen. Marchamos para advertir sobre las consecuencias que pueden ser aún más gravosas y para intentar corregir desequilibrios que se profundizarán de seguir el curso de las cosas. Marchamos porque es nuestro país el que están rifando, en un experimento en el que (como diría Serrat) «juegan con cosas que no tienen repuesto”. Por todo esto, y tantas otras cosas, el 24 de enero marchamos!

Nicolás Rochas
Apoderado Frente Renovador – Distrito Río Negro.

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